En los años ochenta, su figura alcanzó las cotas más altas de popularidad. Así, tras concederle el premio Nacional de Periodismo, el mítico concurso televisivo Un, dos, tres… le dedicó un especial a su obra y persona el 1 de octubre de 1982, el plató del programa se convirtió por unas horas en una síntesis del universo mingotiano que todavía hoy permanece en el inconsciente colectivo de los españoles. Mediada la década, el programa Homenaje, dirigido por José Mª Íñigo, le otorgó el León de Oro, Luis del Olmo lo nombró presidente de El debate sobre el estado de la nación, emisión radiofónica en la que colaboró durante diez años junto con los más grandes humoristas del momento. Para su asombro, fue elegido miembro de la Real Academia de la Lengua en enero de 1987, en la que ingreso el 20 de noviembre de 1988, con un discurso intitulado 'Dos momentos del humor español: MadridCómico y La Codorniz'.
Teruel también lo homenajeó en diferentes ocasiones y
en 1996 lo distinguió como hijo adoptivo de la ciudad.
Con el alcalde de Teruel, Luis Fernández Uriel. "Hijo adoptivo" 1996
En el año 2004, Mingote ilustró para Planeta El Quijote, con prólogo del Rey y
edición a cargo del especialista en la obra cervantina, Martín de Riquer. Uno
de sus últimos trabajos fue el cartel para la película de José Luis García
Sánchez, Los muertos no se tocan, nene, estrenada en 2011 -año en
el que el Rey lo nombró Marqués de Daroca-, pero no dejó de dibujar hasta
prácticamente el día de su fallecimiento el 3 de abril de 2012.
Tristemente la realidad se impone y ayer se comunicaba la muerte del economista y escritor José Luis Sampedro. Como homenaje a su persona y a su obra, recupero una reseña del libro del escritor y profesor turolense, Francisco Martín Martín, Palabras y memorias de un escritor: José Luis Sampedro (Netbiblo, 2007), que publiqué hace algún tiempo en la revista cultural TURIAN. 85-86 (marzo-mayo 2008), p. 482-484. Descanse en paz este humanista de nuestro tiempo que dedicó su vida a mejorar el mundo, nuestro mundo. Lo recordaremos en su obra.
José Luis Sampedro es un hombre
realista, sencillo y humilde, de talante humano y de enorme talento literario,
cree en el ser humano y aspira a mejorarlo, un intelectual en el que se funden
el economista y el literato (novelista, autor teatral y poeta), un renacentista
del siglo XXI comprometido con su tiempo, un humanista en el pleno sentido
machadiano de la palabra bueno. De él dijo Fernando Morán que era un “educador
cívico” de la talla de Aranguren y Tierno Galván, como han venido a demostrar
su trayectoria vital y su obra. No se equivocó en absoluto. Pese a todo,
la escritura de Sampedro no ha gozado
hasta la fecha del favor de la crítica ni de los teóricos de la literatura,
tampoco lo contrario, más bien podría decirse que ha pasado sin pena ni gloria,
instalándose en una especie de indiferente limbo parnasiano del que viene a
rescatarla el completo estudio del profesor Francisco Martín, Palabras y
memorias de un escritor: José Luis Sampedro (Netbiblo, 2007), fruto de su
tesis doctoral, que se nos presenta en forma de ameno ensayo despojado de la
mayor parte del aparato crítico erudito, con la finalidad de hacer más amena su
lectura y aproximarla al común de los mortales, pero sin olvidar en ningún
momento el rigor científico y la solidez argumentativa propias de estas
exhaustivas investigaciones universitarias.
Como nos anticipa el título del trabajo de Francisco
Martín, Palabras y memorias de un
escritor es un estudio detallado de cada una de las perspectivas que
conforman la obra de José Luis Sampedro y, como reclamaba el poeta y ensayista
W. H. Auden, de la relación ideológica que se establece entre biografía,
historia y literatura. Así, son numerosos los factores que influyen en el
carácter multicultural de la creación sampedriana: por un lado, el hecho de que
tanto sus padres como dos de sus abuelos hubieran nacido fuera de España (su
padre en la Habana,
su madre en Orán, el abuelo en Manila y la abuela en Lugano); por otra, su
condición de viajero impenitente, de intelectual nómada, cuya infancia se
reparte entre Tánger, Cihuela (Soria) y Zaragoza; su adolescencia en Aranjuez,
de cuyos recuerdos se nutren dos de sus mejores novelas, Real Sitio y El
río que nos lleva, y Madrid, donde con dieciocho años ganó las oposiciones
a funcionario de Aduanas, para más tarde trasladarse a Santander, donde le
sorprendió la Guerra
Civil. A su término se matriculó en la Facultad de Ciencias
Políticas y Económicas, licenciándose en 1947, para poco después conseguir la Cátedra de Estructura
Económica de la
Universidad Complutense. A finales de la década de los
sesenta, como consecuencia de las deportaciones de catedráticos de la Universidad, se exilió
a Gran Bretaña, donde ejerció su magisterio en las Universidades de Liverpool y
Salford. Desde 1977 hasta 1979 fue senador por designación real y en 1990 fue
elegido miembro de la
Real Academia Española (su discurso de ingreso, “Desde la
frontera”, tiene mucho que ver, en particular, con el tema de su obra La
vieja sirena y, en general, con su filosofía existencial, pues se trata de
un canto a la vida, al amor y a la tolerancia. En este sentido, conviene
recordar la importancia que dentro de la obra de Sampedro tienen las zonas
ambiguas de la vida, las zonas divisorias, las fronteras).
En el prólogo del libro, Francisco Martín ya
nos anticipa sus pretensiones fundamentales: en primer lugar, dejar clara la
unidad global de la creación sampedriana, pues su obra, afirma, “se articula
como un conjunto organizado de elementos múltiples en relación”; en segundo,
señalar que “ese conjunto no es estable ni definitivo; además, del dinamismo
que encierran sus relaciones internas, está la conexión con el exterior y
reacciona frente a los impulsos que recibe de fuera”. El estudio lo ha dividido
en dos etapas y tres partes: una primera compuesta por “Novelas de aprendizaje”
(1935-1947) y “La narrativa de una etapa intermedia” (1947-1970); y una final,
“Segundo acceso a una narrativa en evolución”, que arrancaría en 1981 con la novela
más conocida y reconocida de Sampedro, Octubre, octubre, hasta la
publicación de su último libro en 2006, La senda del drago. Incluye
también, junto a las pertinentes conclusiones finales, una exhaustiva
bibliografía de y sobre José Luis Sampedro (en su totalidad el estudio supone
un enorme esfuerzo de recuperación bibliográfica con el que trata de acercarnos
la opinión de la crítica y del público sobre su obra con la finalidad de
enmarcar la realidad contextual y literaria de la misma) y una serie de anexos
de sumo interés. La lectura de Francisco Martín abarca y ordena todos los focos
temáticos de la escritura sampedriana, así como también todos sus géneros
(teatro, novela, cuento, e incluso, poesía). Para Martín, el indisoluble
vínculo entre ética y estética en su literatura es una de las característica
más determinantes, que se corresponde al mismo tiempo con su actitud vital,
configurándose de esta forma un escritor de gran rigor intelectual y sólida
conciencia social que construye su universo literario sobre cuatro pilares
temáticos básicos, a saber: el tiempo, la muerte, el amor y la dignidad humana.
Palabras y memorias de un
escritor es en el fondo un documental escrito, un recorrido abierto que nos
invita a viajar con el autor por ese
proceloso río de la vida de José Luis Sampedro. Al fin y al cabo, la vida de un
hombre, sus proyectos materiales e ilusiones, crecen como un árbol, con
ramificaciones que fructifican y otras que se agostan, pero al fin el árbol se
alza completo y se nos muestra en toda su armónica belleza, que no se revela
más que en su conjunto, en su total espectáculo de plenitud al final de sus
días. Así, analizar la obra completa de un escritor, definir su escritura -cómo
está hecha y dónde está situada-; en suma, aproximarse a su significado total,
supone acercarse a la última dimensión de su biografía.
Concluyo con un buen video recopilatorio de su pensamiento. Gracias, José Luis, por habernos hecho mejores. D.E.P.
En 1964 se separó de su primera esposa y en 1966 se
casó con la que sería la mujer de su vida, Isabel Vigiola, secretaria del
cineasta y escritor, Edgar Neville, al que admiró y con el que mantuvo una gran
amistad, hasta el punto que el día del fallecimiento del cineasta compartió con
él sus últimas horas haciendo fotos en su piso.
Mingote, Isabel y Edgar Neville
En 1967, la editorial Prensa Española instituyó el
Premio Mingote para humor y periodismo gráfico y se lo concedió en su primera
edición. Dos años más tarde, comenzó su labor como guionista cinematográfico
con Soltera y madre en la vida para
el productor y amigo José Luis Dibildos, película que dirigió al año siguiente
Javier Aguirre. En 1970 publicó Hombre
solo, quizá su libro más personal y definitorio. En 1971 creó su popular
personaje “Gundisalvo”, por el que recibió el Popular de Pueblo. Unos años más tarde fue llevado al cine por Pedro Lazaga en
su film, Vota a Gundisalvo.
En 1974 estrenó El
oso y el madrileño, comedia que cosechó un importante éxito. Ese mismo año
escribió para Televisión Española (en los años sesenta ya había hecho
colaboraciones gráficas para el programa Sonría
por favor y diseñado los decorados de la mítica El asfalto, de las inolvidables Historias
para no dormir), por encargo de Chicho Ibáñez Serrador, Este señor de negro, dirigida por
Antonio Mercero y protagonizada por José Luis López Vázquez, con la que consiguió
múltiples premios y reconocimientos.
Hoy se cumple un año de la muerte de Mingote. Para conmemorarlo la revista cultural TURIA, Nº 105-106 me encargó un artículo divulgativo sobre su trayectoria profesional y personal del que salen las diferentes entradas que voy publicando en este blog, evidentemente sin el apoyo gráfico que posibilita esta herramienta.
En 1954 comenzó a colaborar en la revista Semana con
“Historia de la Gente”,
colaboraciones que reunió en formato libro para la editorial Taurus en 1955,
con el que consiguió todo un éxito de ventas, de hecho, Jan Read hizo una
síntesis de él que se publicó en inglés y japonés. Este mismo año se casó por
primera vez y tuvo a su hijo Carlos.
Tras la aventura de dirigir Don José, en 1956 fue elegido miembro de la Legión del Humor y uno de
sus chistes fue reproducido en el Daily
Telegraph (también lo hizo en otras ocasiones en The New York Times y en The
Times Wednesday), al tiempo que publicaba su libro Chistes. 1953-1955, con prólogo de su gran amigo Edgar Neville. Al
año siguiente, vio la luz su libro Pequeño
Planeta, con prólogo de Rafael Azcona. Se sucedieron las publicaciones, los
estrenos de obras de teatro y revistas, y comenzó el festival de premios cuya
enumeración sería interminable: la
Orden de Isabel la Católica, la medalla de oro al Mérito en el
Trabajo, el "Premio Quevedos" -equivalente al Cervantes de
Literatura-, el "Gat Perich" y la medalla de oro al "Mérito en
las Bellas Artes", doctor honoris causa por la Universidad de Alcalá
de Henares y por la
Universidad Rey Juan Carlos.
Honoris causa por la Universidad de Alcalá de Henares
Su actividad creativa eclosionó a partir de 1958 y fueron
legión sus ilustraciones para libros de amigos y compañeros: Operación C-1, de Enrique Llovet; Los ilusos, de Azcona; Discomanía, de Raúl Matas; Viaje al calor, junto a Goñi y Chúmez,
etc. Actividad que desarrolló durante toda su vida para infinidad de
escritores: Ussía, Coll, Vizcaíno Casas, Joaquín Calvo Sotelo, Luis Sagi-Vela,
Fernando Díaz Plaja, Rafael Escamilla, Rodríguez Adrados, José Antonio Marina,
Sánchez Ron o el mismísimo Casillas, entre otros muchos. Nunca supo decir no.
Por otra parte, publicó todos los años uno o varios
libros hasta casi llegar al medio centenar. Sus temas fueron muy variados:
Madrid, la mujer, las costumbres de los españoles, las situaciones sociales, la
política, corrupciones varias, la justicia –y la injusticia-, los pobres, la
intolerancia, etc.
Desde su ingreso en La
Codorniz no dejó de dibujar y escribir. Publicó su
primera novela, Las palmeras de cartón, en 1948, ilustrada por Goñi, uno
de los grandes dibujantes de la época y buen amigo suyo.
En 1951 trabajó durante algún tiempo para la agencia publicitaria
Clarín. En 1953 pasó a la reserva en
el ejército con el grado de capitán y se dedicó a la creación en cuerpo y alma.
Frecuentaba los cafés - Varela, Comercial, Gijón, etc.- y participaba en sus
tertulias, acompañado de sus inseparables Carlos Clarimón y Rafael Azcona, al
que apadrinaría en su ingreso en La Codorniz.
Cartel diseñado por Mingote
Primer chiste de Mingote en el ABC
Fue Paco Martín, en aquellos momentos codirector de la
citada agencia de publicidad, quien llevó sus dibujos a Torcuato Luca de Tena, director
del periódico ABC. Su primera viñeta
para el rotativo madrileñoapareció
publicada el viernes 19 de junio de 1953. Al parecer no era la que Mingote
hubiera deseado, pero lo cierto es que supuso el inicio de una larga y
fructífera simbiosis periódico-dibujante cimentada más en lo afectivo que en
criterios economicistas y laborales. Desde ese momento publicaría un chiste
diario hasta su muerte, cincuenta y nueve años de complicidad y aproximadamente
unos 25.000 dibujos, (también colaboró, entre otras publicaciones, con Al Loro, Gente
Menuda, Blanco y Negro; en los tebeos Boy,
Rumbo al sur, y en la revista Interviú
en los años ochenta), su tarea fue titánica, propia de un estajanovista
comprometido con un diario a cuya cita no faltó ni un solo día, hasta el punto
que se hizo popular la afirmación de que “lo más serio del ABC es el humor de Mingote”. A veces, la cosa era tan seria que
terminaba ante el Tribunal de Orden Público, como aquella del chiste que
representaba una botella con tapón irrellenable donde ponía “Reserva espiritual
de occidente” y en el pie se recogía una noticia de prensa, según la cual,
España era el país europeo con mayor índice de fraude. Le acusaron de ultraje a la nación, pero al final
resultó absuelto.