CASABLANCA

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FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

lunes, 15 de junio de 2015

RESEÑA DE "MUÑECOS DE HIELO" DE EVA FORTEA BÁGUENA

   INFANCIAS PERDIDAS

         Exceptuando las pinceladas descriptivas de Galdós y las de los noventayochistas, Baroja y Valle, que se ocuparon tangencialmente en algunas de sus obras de Teruel capital, la ciudad existe para la literatura únicamente como doloroso escenario en el que tuvo lugar la cruenta Batalla de la guerra incivil que lleva su nombre. Son más de treinta las obras que, de una u otra forma, se ocupan de ella, desde Malraux, pasando por Hemingway, Gironella, Serrano Poncela, Benet o Labordeta, entre otras, hasta llegar a aquellas en las que la ciudad trasciende su condición de espacio bélico para convertirse en dramático personaje, en muchas de las cuales llega, incluso, a ser la auténtica protagonista, caso de Hospital de guerra (1981) de Santiago Lorén, Cuando las lágrimas se helaban en Teruel (1988) de Pacomio Sebastián, Concierto al atardecer (1992) de Ildefonso Manuel Gil o Estragos (2000) de Daniel Pelegrín. A ellas viene a sumarse Muñecos de hielo, primera novela de la escritora turolense Eva Fortea, publicada por el sello Tres Sorores de Prames.
        
Arriesgada apuesta, no sólo por lo delicado del tema, sino por la calidad narrativa de los autores citados; sin embargo, Fortea resuelve el envite de forma notable con una escritura sencilla, sin estridencias, eficaz y fluida, con la que construye una historia de supervivencia infantil en la guerra sin mayores pretensiones, protagonizada por unos personajes redondos, tres hermanos de cuatro, seis y ocho años, que viven el asedio de Teruel y padecen la ruptura familiar, los bombardeos, el hambre y, sobre todo, el intenso frío, un frío que congelará su infancia y su corazón durante mucho tiempo, como congeló el del muñeco de nieve con el que juegan en las calles destrozadas de Teruel.
         En toda sociedad, los niños constituyen la parte más débil, vulnerable y manipulable, son, sin duda, el colectivo en el que incide de manera más determinante cualquier alteración del entorno. No es pues extraño que en un conflicto armado sean ellos junto a la verdad las primeras víctimas, quizá por su inocencia y fragilidad. La guerra, cualquier guerra, pero de manera especial una guerra civil, destruye todo: la vida política, social, cultural y económica de un país, y los niños contemplan –es el caso de la novela de Eva Fortea- sin comprender cómo la violencia y la crueldad de los adultos irrumpen en sus vidas cotidianas, en sus mundos infantiles de fantasías y juegos, para asistir atónitos a un macabro espectáculo y observar cómo se rompe el hogar familiar, se dispersan los miembros de la familia y, en la mayoría de los casos, se enfrentan por primera vez de manera precipitada, sin preparación alguna, con la terrible realidad de la muerte, en su caso con la de sus padres.
         La Guerra Civil, para los que hemos tenido la suerte de no vivirla en primera persona, parece una anécdota lejana de la Historia reciente; sin embargo, muchas familias, las nuestras incluso, sufrieron las secuelas de esa guerra, perdieron algún familiar o se vieron divididas, tanto en lo físico como en muchas ocasiones también en lo ideológico. En todas las novelas cuyo argumento se desarrolla durante o después de la guerra, nos resulta fácil comprender los hechos narrados pues de alguna manera, de una u otra forma, nos son próximos y nos recuerdan relatos escuchados a nuestros mayores, este es el caso de Muñecos de hielo, que siendo diferente nos es también próxima.
         La novela se estructura  en breves capítulos nombrados con las letras del alfabeto, agrupados a su vez en cinco apartados. Los tres primeros corresponden a las vivencias personales de cada uno de los pequeños protagonistas, quienes en primera persona nos narran sus peripecias vitales desde el estallido de la guerra, su evacuación a tierras levantinas y su regreso a la ciudad devastada. En el cuarto, “Crecer”, asistimos a la dura y difícil estancia de Tomás, el hermano pequeño, en la “Beni”, el Hogar de la Beneficencia, lugar donde trabaja la que podemos considerar como única heroína de toda la historia, Julia. Al final, el reagrupamiento de los tres hermanos tras más de tres años de separación. La novela se cierra con una especie de epílogo titulado significativamente “Recuerdos”, en el que Tomás hace un repaso rápido a lo que ha sido su vida y la de sus hermanas tras la contienda.
         En Muñecos de hielo la guerra es el telón de fondo en el que se desarrollan las historias, o mejor dicho, las intrahistorias que viven los protagonistas, no hay pues grandes batallas, sino el diario discurrir de hambre, frío, miedo y muerte de unos niños, cuya narración sincera y veraz de los hechos deja entrever con claridad meridiana las vivencias de personas reales que sufrieron tan traumática experiencia, pero todo está expuesto de manera aséptica, con dolor, sí, pero sin odio ni rencor, eludiendo lo ideológico y político, no hay buenos ni malos, tan sólo la guerra que destruye y mata.  
         En definitiva, se trata pues de una historia de infancias perdidas y vidas rotas, de aprendizaje en medio de la adversidad, de orfandad, desgarro y barbarie histórica, pero que a la vez es tierna, vital e inolvidable, pues resulta convincente y atractiva a pesar de la dureza de los hechos, quizá, o eso pensamos, por la reivindicación a ultranza que hace la autora en sus páginas de la pureza y energía de la inocencia infantil. Afortunado debut el de nuestra paisana.

Esta reseña ha sido publicada en la revista Turia (núm. 115)

Eva Fortea Baguena, Muñecos de hielo, Zaragoza, Prames, 2015.

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