CASABLANCA

CASABLANCA
FOTO DE GONZALO MONTÓN MUÑOZ

jueves, 12 de octubre de 2017

RESEÑA DE LA NOVELA, "TODA LA VIDA", DE HÉCTOR AGUILAR CAMIN.







DILEMAS MORALES Y PRECISIÓN NARRATIVA






Toda la vida, la undécima y hasta la fecha última novela del periodista, historiador, filósofo y novelista mexicano, un verdadero referente de la intelectualidad del país azteca, Héctor Aguilar Camín, es la historia de una pasión múltiple y de una triple búsqueda: de un amor perdido, de un asesino y del recuerdo de los lugares de la bohemia de juventud. La novela conjuga periodismo, política y nostalgia. Quizá haya una última búsqueda más, tal vez la más importante: la de la precisión narrativa, la de la esencialidad de la escritura.

Por un lado, es la historia de una pasión amorosa, de una huida y de un regreso, de un “amour fou”: Serrano, escritor de profesión, se pasa media vida huyendo de la mujer que ama, Liliana Montoya, y la otra media tratando de encontrarla y recuperarla, como en la canción de Lucio Dalla que da título a la novela, o mejor, como la letra que canta Emmanuel: Toda la vida “para escapar de tus heridas/ Para buscar la aventuras que me liberen de tus besos…/Toda la vida para olvidarte/Para perderte y recuperarte…/ Como un romántico suicida…”

Por otro, es también la historia de una pasión periodística, que arranca en la amorosa y da lugar al primer dilema moral: ¿es posible vivir con un crimen en el corazón de una relación amorosa? En la segunda página, tras la presentación del protagonista y su femme fatale borrachos, se comienza a dibujar el arranque de la novela negra que también es Toda la vida: Liliana le confiesa haber mandado matar al violador de su hermana menor. Acto seguido, el narrador –¿el mismo Aguilar Camín?, seguramente sí- nos advierte: “Es tiempo de decir que soy un escritor, que no hay inocencia en mis frases ni en mi camino narrativo. Voy a la vez al sesgo y al grano; no basta leer lo que escribo, hay que sospechar.” Sospechar de su memoria, de su sobriedad, de su cordura, de su escritura, de la investigación policial, de la periodística que está realizando sobre la matanza de Huitzilac, organizada desde el poder… Sospechar de todo y de todos. Las cartas están sobre la mesa, las reglas son conocidas y el juego metaliterario ha comenzado.
Tras la historia de amor se esconden las sombras, siguiendo los pasos de Liliana y de su “terciopelo azul”, acompañando a Serrano, iniciamos un camino de autodestrucción y comienza un viaje hacia lo desconocido, pero no por ello ajeno a nosotros, caminamos hacia aquello que habita cotidianamente justo a nuestro lado, de forma perenne, inadvertida y sigilosa, y descubrimos una realidad paralela que siempre ha estado presente en nuestro entorno, pero cuya existencia nos pasa desapercibida hasta el aciago día en que los vértices de nuestros mundos confluyen, y pasamos de una realidad conocida a otra sorpresivamente ignorada, nos sentimos atrapados en un mundo de pesadilla, que nos repele y atrae a la vez. Este descenso a los infiernos dentro de la rutina cotidiana podría interpretarse como una perversión del mito platónico de la caverna: la luz exterior que para el ateniense iluminaba el camino de un conocimiento verdadero sería para Aguilar Camín sólo una agradable apariencia que oculta un mundo sombrío. Toda la vida es pues también una historia de putrefacción moral, política y social. 

Con unos personajes redondos, de carne y hueso, y una prosa limpia, esencial, precisa, sin impurezas, con las descripciones y los adjetivos justos, sin adornos, aderezada tan solo con un tan sutil como irónico humor, en un ejercicio de escritura depurada al máximo, encomendada al “dios de la materia mínima”, fundamentada en una economía de recursos propia del cuento, Toda la vida es zumo de novela, una nouvelle donde la violencia es relatada “en off” y en la que, con estudiada concisión, admirable empleo de la sugerencia y ejemplar manejo de la elipsis, se narra una historia molesta y oscura que pretende sacudir conciencias y plantear al lector más preguntas que respuestas, hasta obligarle a reconsiderar conceptos que hasta ese momento creía tener claros como bien/mal, pureza/suciedad, dignidad/castigo, verdad/mentira, realidad/ficción, etc. 


Toda la vida tiene mucho de reflexión metaliteraria, también contiene crítica social y política, pero, sobre todo, es una historia vibrante como el golpeteo de la sangre en las venas que nos transmite la pasión por vivir y nos permite sabernos vivos, de alguna manera, es también nuestra propia historia de seres en perpetuo conflicto, anhelantes de romper con la rutina, de vivir experiencias en el lado oscuro de la vida, de recuperar el tiempo ido con sus lugares de diversión y amores perdidos, en definitiva, una historia en la que siempre estamos pagando nuestros crímenes, tan indisolubles de lo que somos como nuestros actos de nobleza o generosidad. “Toda la vida coleccionado mil amores/ Haciendo juegos malabares…” 

Esta reseña se publicó en el núm. 123 de la revista cultural TURIA
HÉCTOR AGUILAR CAMÍN, TODA LA VIDA, Barcelona, Penguin Random House, 2016.










No hay comentarios:

Publicar un comentario